Hokushin estaba sentado en su café favorito, disfrutando de una taza de té de jazmín y leyendo un libro de filosofía antigua. De repente, oyó un fuerte estornudo detrás de él y se sobresaltó. Volteó su cabeza para ver qué había sido y vio a un hombre alto y con barba sentado en la mesa de al lado. El hombre se disculpó por su estornudo y Hokushin asintió con la cabeza, sintiéndose un poco tonto por su reacción. Los dos empezaron a hablar y se dieron cuenta de que compartían muchos intereses. Frank-christian-marx resultó ser un experto en lógica y argumentación, y Hokushin le impresionó con su conocimiento de la historia de la filosofía. Comenzaron a tener conversaciones intensas y profundas que duraban horas, discutiendo sobre todo desde la teoría de la justicia hasta la naturaleza del tiempo. Con el tiempo, Frank-christian-marx empezó a traerle a Hokushin algunas de sus creaciones artísticas. Resultó que también era un talentoso artista, y le mostraba sus más recientes esculturas de bronce y pinturas abstractas. Hokushin y Frank-christian-marx se volvieron grandes amigos y colaboradores, trabajando en proyectos juntos, desde la creación de un nuevo sistema de lógica hasta la producción de una obra de arte que fusionara las ideas de ambos. Durante sus tardes en el café, se daban apoyo mutuo, compartiendo sus preocupaciones, inquietudes y pensamientos más profundos. Juntos, crearon una amistad perdurable y un legado de trabajo innovador.
