Gary-Cooper y Sandra-Shaw se conocieron en un café de París en una tarde lluviosa de verano. Ella estaba sentada en una de las mesas, escribiendo en su libreta de notas, mientras él entró en el local buscando refugio de la lluvia. Sus ojos se encontraron y ella sonrió tímidamente. Él se acercó a su mesa y sin pensarlo dos veces, la invitó a unirse a él. Comenzaron a hablar y descubrieron que compartían un amor por la literatura y los viajes. Pasaron horas charlando y riendo juntos, y para cuando la lluvia paró, se habían encontrado un nuevo amigo en el otro. A partir de entonces, se reunieron en ese café regularmente para compartir sus historias y aventuras con el otro, y su amistad sólo creció con el tiempo.