Una tarde de verano, Gloria Carra y Marcelo Torres se cruzaron en una playa desierta. Gloria, buscando inspiración para su próximo proyecto musical, tocaba algunas notas en su guitarra mientras observaba el mar. Marcelo, un apasionado de la fotografía, capturaba imágenes de la puesta del sol. Curiosamente, ambos se encontraron en un rincón solitario de la playa donde el sonido de las olas y el canto de las gaviotas eran los únicos sonidos que se escuchaban. Gloria, al percatarse de que Marcelo la observaba mientras tocaba, decidió acercarse y entablar conversación. De inmediato se generó una conexión entre ambos, sintiendo una empatía inexplicable. Comenzaron a hablar sobre música, arte y fotografía y descubrieron que compartían una pasión por la creatividad y la expresión artística. Al final de la tarde, intercambiaron números de teléfono y se despidieron con la promesa de continuar su charla en el futuro. Ese "futuro" llegó más rápido de lo esperado, cuando Marcelo invitó a Gloria a colaborar en un proyecto fotográfico que estaba preparando. A partir de entonces, la amistad y la conexión entre ellos se fortaleció y comenzaron a trabajar juntos en varios proyectos artísticos. Así es como Gloria Carra y Marcelo Torres se conocieron, gracias a una tarde en la playa y a la magia del arte que los unió.