Greta-Keller y David-Bacon se conocieron en un pequeño café en el centro de la ciudad. Ella estaba sentada en una mesa, leyendo un libro mientras disfrutaba de su café, cuando sin quererlo, él tropezó con una silla y casi la tumbó al suelo. Él se disculpó y le ofreció pagará su café como muestra de arrepentimiento, pero Greta lo rechazó, diciendo que ella podía pagárselo sola. Sin embargo, David insistió y terminaron compartiendo la mesa y conversando durante horas. Descubrieron que tenían muchas cosas en común, como su amor por la música clásica y el cine de época. David se impresionó por el conocimiento de Greta sobre la historia y la cultura, mientras que ella encontró fascinante la pasión de David por la fotografía y el arte moderno. A partir de ese día, se convirtieron en amigos inseparables y comenzaron a salir juntos, visitando museos y galerías de arte y asistiendo a conciertos juntos. Con el tiempo, su amistad se convirtió en una relación sólida y duradera que superó todas las pruebas y desafíos que encontraron en el camino.