Isabelle y Keith se conocieron en una cafetería de París, mientras ella estaba disfrutando de un café y él de un croissant. Keith accidentalmente le echó azúcar a su café en lugar de sal, y una risa estalló entre los dos. Isabelle notó que Keith era un músico callejero y le pidió que le mostrara más tarde algunas de sus canciones. Por otro lado, Richard y Weil se conocieron en una subasta de arte en Nueva York. Ambos estaban haciendo pujas por el mismo cuadro y terminaron en una oferta de última hora. Sintiendo que no había ganado la subasta, Richard ofreció llevar a Weil un café y charlar. Descubrieron que tenían mucho en común, incluyendo su amor por la música y el arte, y decidieron que debían conocerse mejor.