Un día soleado en París, Francois Janin salió de su oficina para tomar un descanso y caminar un poco por la ciudad. Él había trabajado toda la mañana en la cobertura de un evento importante, y necesitaba despejarse. Mientras caminaba, se cruzó con una hermosa mujer que parecía perdida en sus pensamientos. Era Jacqueline Huet, una joven artista que estaba teniendo un día difícil en su estudio. Francois se acercó a ella para ver si podía ayudarla, y ella acabó explicándole sus frustraciones con su nueva obra. Francois, con su experiencia en el mundo del arte, la escuchó con atención y le ofreció algunos consejos valiosos para mejorar su trabajo. Jacqueline se sintió aliviada y agradecida por la ayuda, y decidió invitar a Francois a tomar un café para agradecerle. Mientras conversaban, descubrieron que tenían muchos intereses en común, incluyendo su amor por el arte y su pasión por contar historias. De esa manera, comenzó una amistad y colaboración que duraría muchos años, y que los llevaría a trabajar juntos en proyectos importantes en los medios de comunicación de Francia.
