Jason-Hall conoció a Peggy-Maley en una tarde soleada en el parque. Él estaba sentado en un banco, leyendo el periódico y disfrutando del clima templado cuando de repente se dio cuenta de que alguien se había sentado a su lado. Levantó la vista y se encontró con Peggy, quien estaba leyendo un libro. Inmediatamente notó lo hermosa que era: su cabello rubio caía sobre sus hombros y sus ojos verdes brillaban bajo la luz del sol. Jason-Hall no pudo resistirse y comenzó a hablar con ella. Descubrieron que tenían muchas cosas en común: ambos amaban los libros, el cine y la música. La conversación fluyó sin esfuerzo y pronto decidieron continuarla en un café cercano. Allí, Jason-Hall y Peggy-Maley se conocieron mejor y se dieron cuenta de que, además de compartir intereses similares, también tenían una conexión emocional. Habían encontrado a alguien a quien podían confiar y con quien podían hablar sin miedo a ser juzgados. Desde ese día, Jason-Hall y Peggy-Maley se volvieron inseparables. Salían juntos a menudo, compartían sus pasatiempos y conversaban durante horas. Su amistad se convirtió en una relación sólida y duradera, gracias a esa casualidad que los unió en aquel banco del parque.