Julian-Ancker y Jean-Arthur se conocieron en una tarde soleada en una pequeña cafetería en el centro de la ciudad. Julian estaba sentando en una mesa en la esquina, trabajando en su laptop mientras tomaba un buen café. Jean-Arthur entró en el café, luciendo un poco perdido y confundido. Él miró alrededor buscando alguien conocido, pero no encontró a nadie. Cuando Jean-Arthur pasó junto a la mesa de Julian, accidentalmente tropezó con una silla. Julian levantó la vista y sonrió amablemente a Jean-Arthur, ayudándole a recuperar la postura. Jean-Arthur se disculpó tímidamente y le habló a Julian sobre su confusión y por qué estaba en la ciudad. Julian fue increíblemente amable y escuchó atentamente a la historia de Jean-Arthur. Lo que empezó como un encuentro casual en una cafetería se convirtió en una amistad duradera. Julian se ofreció a ayudar a Jean-Arthur a aclimatarse a la ciudad y le presentó a algunos de sus amigos. Gracias a esa casualidad, Julin-Ancker y Jean-Arthur construyeron una hermosa amistad y una historia que contar.