Un día, mientras Carmen-Borrero estaba caminando por las calles de Nueva York, escuchó un sonido muy peculiar que venía de un bar cercano. Decidió entrar para ver de qué se trataba, y allí se encontró con Jimi Hendrix tocando la guitarra con tanta pasión que parecía que la guitarra estaba llorando. Carmen quedó impresionada por el talento de Jimi y se acercó para hablar con él. Descubrieron que compartían la misma pasión por la música y pasaron horas hablando sobre sus artistas y canciones favoritas. Después de esa noche, Jimi la invitó a ver uno de sus conciertos, donde Carmen se emocionó tanto que casi se desmaya. Desde ese momento, se hicieron inseparables y la música los mantuvo unidos para siempre.