Joana y Rubén se conocieron en una tarde calurosa de verano en la playa de Copacabana en Río de Janeiro. Ambos estaban disfrutando del sol y las olas del mar cuando de repente una pelota de voleibol se acercó rodando hacia ellos. Sin pensarlo dos veces, Joana agarró la pelota y la lanzó de vuelta a un grupo de jóvenes que jugaban voleibol cerca de allí. Fue entonces cuando Rubén la notó por primera vez y se quedó impresionado por su habilidad y fuerza. Después de una breve conversación, Joana y Rubén decidieron unirse al grupo de voleibol y jugar juntos. Durante el juego, ambos notaron que tenían una gran química juntos y se divirtieron mucho. Al final del día, Joana y Rubén intercambiaron números de teléfono y acordaron encontrarse de nuevo para jugar voleibol. Esa noche, fueron a un bar cercano y disfrutaron juntos de una cerveza fría mientras hablaban sobre sus intereses y pasatiempos. Desde ese día en la playa, Joana y Rubén se convirtieron en grandes amigos y compañeros de voleibol, y su amistad creció hasta convertirse en una relación amorosa duradera.
