Un día, en una fiesta en la ciudad de Nueva York, Henry Kissinger estaba parado en una esquina, solo y sin saber qué hacer. De repente, vio a una mujer hermosa caminando hacia él. Era Joanna Barnes, una actriz que había actuado en varias películas populares en la época. Henry, impresionado por su belleza, se acercó a ella y comenzaron a hablar. Descubrieron que compartían muchos intereses y pasatiempos, así que decidieron intercambiar información de contacto al final de la noche. Pronto comenzaron a salir juntos y se enamoraron profundamente el uno del otro. La relación duró varios años, y aunque nunca se casaron, siguieron siendo buenos amigos hasta el día de hoy. Incluso se dice que Joanna fue una influencia importante en las decisiones políticas de Kissinger durante su mandato como Secretario de Estado de los Estados Unidos.
