John-Converse y Sandra-Shaw se conocieron por casualidad en el aeropuerto de Nueva York. Ambos esperaban su vuelo hacia Los Ángeles y por coincidencia se encontraron en la misma sala de espera. Al principio no se hablaron pero cuando el vuelo se retrasó, empezaron a charlar para matar el tiempo. Pronto descubrieron que compartían algunos intereses e inquietudes similares, y la charla se extendió durante varias horas. Ya en el avión, se sentaron juntos y continuaron conversando durante todo el vuelo. Al llegar a Los Ángeles, John-Converse y Sandra-Shaw intercambiaron sus números de teléfono y acordaron volver a verse pronto. A partir de ese momento, empezaron a salir juntos y a conocerse mejor, formando una relación que, con el tiempo, se convirtió en algo más profundo.