Un día soleado, José Ramón Diez caminaba por el parque cuando vio a Laura Flores sentada en un banco. Él se acercó a ella y le preguntó si podía sentarse a su lado. Laura sonrió y le dio permiso. Comenzaron a hablar y descubrieron que tenían muchos intereses en común. Hablaron durante horas y se dieron cuenta de que había una química especial entre ellos. Decidieron intercambiar números de teléfono y planear una cita para la semana siguiente. Desde entonces, se han convertido en inseparables y siempre agradecen al destino por haberlos cruzado ese día en el parque.
