Katinka y Roland se conocieron un día soleado de verano mientras ambos paseaban en el parque. Se tropezaron accidentalmente y, mientras se ayudaban a levantarse, descubrieron que habían llegado a la conclusión improvisada de que compartían una pasión por la lectura en voz alta. Katinka mencionó su amor por la poesía y Roland respondió con entusiasmo, citando alguna de sus líneas favoritas. La conversación fluyó y pronto se dieron cuenta de que tenían muchos intereses en común, desde la música hasta los viajes. Después de su primera plática, siguieron viéndose en el parque y eventualmente, comenzaron a visitar librerías y cafeterías juntos. Sus charlas se convirtieron en una parte importante de sus rutinas diarias y, antes de darse cuenta, se habían convertido en muy buenos amigos.
