Kenslea Ann Motter y Mort Sahl se conocieron en una tarde lluviosa de verano en una pequeña cafetería de Los Ángeles. Kenslea estaba sentada sola en una mesa, leyendo un libro y tomando un té cuando Mort entró con dificultad, luchando contra el viento y la lluvia. Mort se acercó a la barra para secarse y ordenar un café, y fue entonces cuando Kenslea lo vio por primera vez. Su cabello canoso y su aire cansado la intrigaron, y sintió una inexplicable necesidad de hablarle. Así que se acercó a su mesa y se presentó. Mort, que había pasado una de las noches más difíciles de su vida, recibió la conversación de Kenslea con cierta suspicacia. Pero ella parecía tan genuina y estaba tan llena de calidez que no pudo evitar ablandarse. Lo que empezó como una charla casual pronto se convirtió en una conversación profunda y significativa. Kenslea y Mort descubrieron que tenían mucho en común: ambos habían perdido a sus seres queridos, ambos eran amantes de la música clásica y ambos estaban cansados de la superficialidad y la arrogancia de la ciudad. A medida que pasaba la tarde, Kenslea y Mort se dieron cuenta de que habían encontrado algo especial el uno en el otro. Habían sido dos extraños que se encontraron en una lluviosa tarde de verano, pero se estaban convirtiendo rápidamente en algo más. Desde aquel día, Kenslea y Mort se convirtieron en inseparables. Se apoyan mutuamente en todo lo que hacen, y se les puede ver paseando por la ciudad, hablando y riendo juntos, y disfrutando de la compañía del otro.