Yelizaveta y Leonid se conocieron en una fría noche de invierno en Moscú. Ambos estaban en la misma librería buscando el mismo libro y accidentalmente se cruzaron. Al principio, no se hablaron mucho, pero la casualidad los hizo chocar con frecuencia en los estantes llenos de libros. Eventualmente, comenzaron a tener conversaciones interesantes sobre lo que estaban leyendo y descubrieron que tenían gustos similares en la literatura y el cine. Yelizaveta notó el acento georgiano de Leonid y le preguntó de dónde era, lo que llevó a una charla sobre su herencia cultural. Descubrieron que eran de mundos muy diferentes, pero aún así se conectaron por su amor por el arte y la cultura. Después de esa noche en la librería, siguieron encontrándose en la ciudad para explorar los museos y cafés juntos. Con el tiempo, su amistad se convirtió en un romance y aprendieron a apreciar las diferencias del otro. Ambos estaban agradecidos por haberse encontrado en ese lugar y en ese momento, y sabían que su historia de amor estaba destinada a durar.
