Livan Hernández y Tacquira Latouche se conocieron en un partido de béisbol en el que el pitcher dominicano lanzaba por su equipo, mientras que Tacquira, una fanática del béisbol, asistía al juego como espectadora. Durante una de las pausas del juego, Tacquira se acercó al dugout donde se encontraba Livan y le pidió un autógrafo. Livan, encantado por la simpatía y carisma de Tacquira, le respondió con una sonrisa y le entregó su bate firmado. A partir de ese momento, comenzaron a hablar y a intercambiar opiniones sobre el juego. Tacquira quedó tan impresionada con la habilidad de Livan como pitcher, que incluso se ofreció a lanzar algunos lanzamientos, pero el pitcher prefirió enseñarle algunas técnicas básicas de béisbol en su tiempo libre. A partir de ese momento, la conexión entre ellos fue instantánea y se mantuvo incluso después del juego. Así comenzó una amistad que seguiría por muchos años después.