Un caluroso día de verano, en una tienda de discos, ambos buscaban el mismo álbum de una de sus bandas favoritas. Mientras Eric hojeaba los vinilos, Lori buscaba en los CDs y no tardaron en darse cuenta de que ambos estaban ahí por la misma razón. Entonces, Eric se giró y le preguntó a Lori si tenía alguna recomendación de qué más podría escuchar esa tarde. Lori, sorprendida por lo amable que era Eric, recomendó un par de bandas que le gustaban a ella. Después de unos minutos de plática, intercambiaron números y, al cabo de unas semanas, Eric la invitó a un concierto al que él iba a asistir. Lori aceptó y, desde aquella noche, no se habían separado. El amor que compartían era tan abundante como la batería que sonaba en el concierto.