Maisie Gillespie había estado trabajando en una cafetería en Londres durante varios años cuando conoció a Sam Stoddart. Fue un día ocupado en la cafetería y Maisie estaba corriendo de aquí para allá, tratando de mantenerse al día con las órdenes de los clientes y las solicitudes del personal. De repente, su mirada se posó en un hombre alto y delgado que se acercaba a la barra. Era Sam Stoddart. Maisie había oído hablar de él antes. Era un fotógrafo muy creativo y había ganado varios premios por su trabajo. Sam se acercó a la barra, sonriendo a Maisie y pidió un café. Maisie rápidamente preparó su café y se lo entregó. Sam agradeció a Maisie, sus ojos brillando con curiosidad. Durante los próximos días, Sam seguía apareciendo en la cafetería y ordenaba café. Cada vez que venía, charlaban un poco más. Hablaban sobre el trabajo de Sam, su amor por la fotografía y la creatividad. Poco a poco, aprenderían a conocerse el uno al otro. Hicieron planes para salir a tomar una copa después del trabajo y descubrieron que compartían muchos intereses. Finalmente, un día, Sam le confesó a Maisie que estaba enamorado de ella. Le sorprendió a Maisie, pero ella se sintió halagada por sus palabras y le correspondió. Desde entonces, el vínculo que los unía se volvió más fuerte y ambos comenzaron una relación amorosa que, con el tiempo, se convertiría en algo mucho más significativo.
