Killua y Malse se conocieron en un elegante restaurante de la ciudad. Malse había reservado una mesa para su acostumbrado viernes de cena en solitario, pero al llegar al lugar, vio que su mesa había sido ocupada por un joven rubio de mirada fría. "¿Qué haces en mi mesa?", preguntó Malse con tono molesto. "Lo siento, no lo sabía. Pensé que estaba libre", respondió Killua con una sonrisa nerviosa. Malse lo miró fijamente por un momento y decidió darle una oportunidad. Invitó a Killua a compartir su cena y comenzaron a hablar. Descubrieron que tenían mucho en común, desde su amor por la comida hasta su pasión por el arte. A partir de ese momento, se convirtieron en amigos inseparables y comenzaron a explorar juntos la ciudad. A menudo, Malse y Killua se encontraban en ese mismo restaurante, disfrutando de su comida favorita y recordando aquella noche en la que se conocieron.