John-Rodker y Marianne-Rais se conocieron en un pequeño café del centro de Madrid. Coincidieron en la mesa contigua y, sin pretenderlo, empezaron a entablar una conversación que duró horas. Descubrieron que compartían gustos en común, como el amor por la música clásica y la literatura. Ambos se sorprendieron de lo fácil que fue hablar con el otro, como si se conocieran de toda la vida. Hablaban de sus pasatiempos, anécdotas y sueños. Se rieron juntos y se emocionaron con las historias del otro. Cuando llegó la hora de despedirse, John-Rodker no quiso dejar pasar la oportunidad y le propuso a Marianne-Rais verse de nuevo. Ella aceptó encantada y desde entonces, su amistad se convirtió en una bonita historia de complicidad y ternura.
