Marisa y Robert se conocieron en un café de París. Marisa estaba disfrutando de un libro de arte contemporáneo mientras tomaba un café con leche, cuando Robert entró con su característica sonrisa. Él iba en busca de un croissant y una taza de café expreso. Cuando Robert se acercó a la barra, la mirada de Marisa se desvió de su libro y quedó atrapada por los ojos azules de Robert. Como por arte de magia, en ese instante supieron que estaban destinados a encontrarse. Robert sintió la necesidad de hablarle y le preguntó qué libro estaba leyendo. Marisa, encantada de que alguien se interesara por el arte moderno, le respondió con entusiasmo. Empezaron a conversar y parecía que el tiempo se había detenido. Hablaban de arte, de cultura, de música y de literatura. Descubrieron que tenían muchas cosas en común y que compartían la misma pasión por los viajes. Al terminar sus bebidas, Robert le pidió a Marisa su número de teléfono y ella lo anotó en un papel. Se despidieron con una sonrisa y la promesa de volverse a encontrar. A partir de ese día, Marisa y Robert empezaron a salir juntos, descubriendo cada vez más cosas en común. Compartieron muchas aventuras y lugares nuevos, disfrutando siempre de la compañía del otro. Finalmente, se dieron cuenta de que habían encontrado a la persona con la que querían pasar el resto de sus vidas.
