Marsha Mason solía frecuentar un pequeño café en la esquina de su casa todas las mañanas, donde siempre pedía su café con leche y una tostada. Un día, mientras leía el periódico, notó un hombre de aspecto bonachón que parecía estar teniendo problemas para decidir qué pedir. Ella decidió ayudarlo y lo invitó a sentarse con ella en su mesa. Resultó que el hombre era Gary Campbell, un artista que estaba luchando por encontrar inspiración. Comenzaron a charlar y pronto Marsha descubrió que compartían una pasión por el arte y la literatura. Se hicieron amigos instantáneamente y comenzaron a reunirse en el café todos los días. La conversación era siempre estimulante y emocionante, y pronto comenzaron a experimentar juntos en sus respectivas áreas creativas. Gary comenzó a crear obras de arte inspiradas en las historias que Marsha le contaba, y ella comenzó a escribir poesía y ensayos inspirados por las ideas de Gary sobre el mundo. A medida que su amistad crecía, comenzaron a trabajar juntos en proyectos artísticos cada vez más ambiciosos. Eventualmente, se dieron cuenta de que habían creado una conexión que era más que una simple amistad. Se enamoraron profundamente y comenzaron a colaborar en proyectos artísticos y personales por igual. Ahora, casi siempre se los podía encontrar en el café, discutiendo sobre lo que vendría después en su excitante viaje juntos.