Un día soleado, en una plaza de la ciudad, Camila y Matías se cruzaron por casualidad. Matías estaba comprando un helado y Camila pasaba corriendo, cuando se tropezó y el helado de Matías se derramó por completo. Descubrieron que ambos estaban estudiando en la misma universidad y comenzaron a charlar. Desde ese día, se volvieron inseparables. Han pasado por muchos altibajos en la vida, pero siempre han estado ahí el uno para el otro. Ahora, años después, recuerdan esa casualidad como uno de los mejores momentos de sus vidas.