F.W. Murnau y Max Reinhardt tuvieron una relación profesional y personal cercana. Reinhardt fue un director de teatro alemán de gran renombre, mientras que Murnau se destacó en el cine. En 1920, Murnau dirigió su primera película, "Los rumiantes", que contenía elementos de teatro expresionista alemán. Reinhardt, que era un pionero en este estilo de teatro, se convirtió en un mentor y amigo de Murnau, y lo introdujo en diferentes círculos teatrales y artísticos. En 1922, Reinhardt invitó a Murnau a su residencia en Berlín-Charlottenburg, donde ambos se reunieron frecuentemente para hablar sobre teatro y cine. Reinhardt también ayudó a Murnau en la producción de su película "Fausto" en 1926, aportando su experiencia teatral en la creación de escenarios impresionantes. Aunque Murnau y Reinhardt colaboraron en algunos proyectos, también tuvieron desacuerdos artísticos y creativos. Según algunos informes, Murnau se sintió frustrado por la percepción de Reinhardt de que el cine era simplemente una forma rústica de teatro. A pesar de sus diferencias, la relación entre Murnau y Reinhardt duró toda su vida, y Reinhardt incluso fue uno de los portadores de ataúd en el funeral de Murnau después de su trágica muerte en un accidente automovilístico en 1931.
