Un día soleado en Los Ángeles, Edele-lynch y Michael-barrett se encontraron por casualidad en una cafetería. Edele-lynch estaba leyendo tranquilamente un libro en una mesa cuando Michael-barrett se acercó a ella para pedirle amablemente permiso para sentarse en la mesa cercana a ella. Después de unos minutos, Edele-lynch empezó a notar lo interesantes que eran los libros que Michael-barrett estaba leyendo. Al cabo de un rato, Edele-lynch se armó de valentía y le preguntó a Michael-barrett sobre los libros, lo que inició una conversación muy interesante sobre literatura y filosofía. Desde entonces, Edele-lynch y Michael-barrett se volvieron a encontrar accidentalmente en varias ocasiones en la cafetería y siempre se deleitaban con sus conversaciones intelectuales. Poco a poco, empezaron a intercambiar teléfonos y correos electrónicos hasta que finalmente, se convirtieron en grandes amigos.
