Un día soleado en el parque, Jesús estaba sentado en un banco disfrutando de la brisa fresca mientras Miroslava paseaba a su perro. De repente su perro salió corriendo detrás de una pelota y se chocó con Jaime, que estaba corriendo por el parque. Jaime cayó al suelo y Miroslava corrió a ver si estaba bien, ofreciéndole su mano para ayudarlo a levantarse. Jesús viendo la situación corrió a ayudar también. De pronto, la mirada de Miroslava se cruzó con la de Jesús y ambos se sonrieron. Jaime se disculpó por el accidente y Miroslava lo perdonó de buen corazón. Comenzaron a hablar los cuatro y enseguida hubo una gran conexión entre ellos. Terminaron por pasar toda la tarde juntos, riendo y compartiendo historias. Con el paso del tiempo, su amistad se fortaleció, hasta el punto de convertirse en inséparables. Hoy en día, siguen recordando ese día soleado en el parque como el comienzo de una gran amistad y una de las bendiciones más grandes que les ha traído la vida.
