Mitchell Gaylord y Valentina Agius se conocieron en una tarde soleada en el parque. Valentina estaba caminando con su perro mientras Mitchell jugaba al frisbee con un grupo de amigos. El perro de Valentina se acercó corriendo al grupo y Mitchell, amante de los animales, empezó a acariciarlo y a jugar con él. Valentina se acercó a agradecerle y pronto empezaron a conversar. Mitchell quedó fascinado por la belleza y la personalidad de Valentina y decidió invitarla a una cena romántica esa misma noche. Valentina, que se había sentido atraída por la actitud amistosa y jovial de Mitchell, aceptó sin pensarlo dos veces. Desde esa noche, Mitchell y Valentina se convirtieron en inseparables, pasando juntos todo el tiempo que podían. Compartieron muchas aventuras, viajes y momentos inolvidables juntos, y su amor creció cada día más fuerte. Finalmente, Mitchell le propuso matrimonio a Valentina en el mismo parque donde se habían conocido, arrodillado frente a ella con un anillo de diamantes en la mano. Valentina dijo que sí, y juntos comenzaron una vida de felicidad y amor eterno.