Un día soleado de primavera, Frances-Day caminaba por los jardines del Palacio de Versalles, disfrutando del aroma dulce de las flores y admirando los detalles de la arquitectura. De repente, chocó con un hombre alto y bien vestido que le había salido de la nada. "¡Oh, lo siento mucho! No te vi venir", se disculpó Frances-Day mientras se enderezaba. "No te preocupes, son cosas que suceden", respondió el hombre con una sonrisa y un acento francés muy marcado. "Soy Moie-Charles, ¿y tú?" "Encantada, soy Frances-Day", respondió ella con una sonrisa tímida. Los dos comenzaron a charlar animadamente y pronto se dieron cuenta de que tenían mucho en común: ambos eran amantes del arte, la historia y la buena comida. Lo que comenzó como un encuentro casual en los jardines del palacio resultó ser el comienzo de una hermosa amistad.