Daniel de Calle y Natalie Merchant se conocieron en una tarde lluviosa en el centro de Madrid. Él estaba buscando refugio bajo el techo de una cafetería cuando la vio entrar con su abrigo colorido y sus botas rojas. Natalie venía de dar un concierto en la plaza Mayor y decidió tomar un café antes de regresar a su hotel. Daniel, emocionado por conocer a una artista de renombre, se acercó a ella tímidamente y le preguntó si podía sentarse a su lado. Natalie, amablemente, aceptó y comenzaron a hablar sobre música y arte. Daniel le contó sobre su pasión por la poesía y ella le mostró algunas de sus canciones nuevas. La conversación fluyó tan naturalmente que parecía que se habían conocido de toda la vida. Decidieron caminar juntos bajo la lluvia y conocer algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad. Se rieron, cantaron y disfrutaron de la compañía del otro hasta altas horas de la noche. Desde entonces, Daniel y Natalie se mantuvieron en contacto y se convirtieron en grandes amigos. Asistieron a conciertos juntos, visitaron museos y librerías, y disfrutaron de la cultura que compartían. La casualidad de un día lluvioso los unió para siempre y su amistad perdura hasta el día de hoy.
