Un día soleado en la ciudad de Los Ángeles, Andrew y Perry se toparon en un parque mientras corrían. Andrew, quien era entrenador personal, notó que Perry estaba luchando por mantenerse al ritmo, por lo que se acercó a ofrecerle algunos consejos. Perry, que nunca había sido muy aficionado al ejercicio, decidió darle una oportunidad y comenzó a trabajar con Andrew. A medida que avanzaban las sesiones de entrenamiento, Perry descubrió que Andrew era mucho más que un simple entrenador. Era un mentor paciente y sin prejuicios, dispuesto a escuchar y ayudar en lo que necesitara. Con el tiempo, Andrew y Perry se convirtieron en amigos cercanos, compartiendo sus alegrías y preocupaciones. Andrew incluso ayudó a Perry a prepararse para una gran presentación en su trabajo, y ambos celebraron juntos cuando Perry recibió un ascenso. Actualmente, Andrew y Perry siguen siendo amigos y colaboran en proyectos de fitness. A veces, se topan por casualidad en el parque donde se conocieron por primera vez y piensan en lo afortunados que fueron de haberse encontrado.