Anna se encontraba disfrutando de una tarde soleada en el parque, leyendo su libro favorito. De repente, un hombre alto y elegante se le acercó. -Perdona, ¿podrías ayudarme con esto? -preguntó, mostrando un mapa desplegado. -Claro, ¿en qué puedo ayudarte? -dijo Anna amablemente. -Estoy buscando la dirección de una reunión importante y me he perdido. No entiendo nada de este laberinto de calles -suspiró el hombre-. Anna sonrió comprensivamente y le indicó la dirección correcta. Él agradeció y se presentó como Charles, un empresario de la ciudad. -Encantada -dijo Anna sonriendo-. Soy Anna, una estudiante de arte. A partir de ese momento, empezaron a hablar animadamente sobre sus intereses y descubrieron que tenían muchas cosas en común, como su amor por la música clásica y sus viajes por Europa. De repente, empezó a llover y Charles invitó a Anna a acompañarlo a tomar un café y seguir charlando. -Ahora tengo una buena razón para quedarme en esta ciudad -dijo Charles, guiñándole un ojo antes de salir corriendo con Anna hacia el refugio del café.