Hinata Hyuga y Rainer Maria Wittenauer se conocieron en una soleada tarde de primavera en el jardín de un templo ancestral. Hinata estaba meditando junto a la cascada, cuando de repente notó la presencia de un joven extranjero observándola con curiosidad desde la distancia. Rainer, por su parte, quedó maravillado por la belleza y la serenidad de Hinata mientras se acercaba a hablar con ella. Después de presentarse, Hinata y Rainer empezaron a charlar sobre sus respectivos países, lenguas, y tradiciones. Aunque parecían provenir de mundos muy distintos, descubrieron que tenían en común una gran pasión por la música, el arte y la poesía. Rainer mostró a Hinata algunas de sus canciones en guitarra, mientras ella le explicaba la teoría del chakra y la meditación. A partir de ese día, Hinata y Rainer se hicieron inseparables. Encontraban excusas para verse cada día en el jardín del templo, compartían sus poemas, canciones y dibujos, y exploraban juntos la belleza de la naturaleza que los rodeaba. Poco a poco, su amistad se fue fortaleciendo hasta convertirse en un amor profundo y verdadero, que trascendía las barreras culturales y lingüísticas. Y así, Hinata y Rainer vivieron felices para siempre, cantando sus melodías en el jardín del templo, y prometiéndose amor eterno bajo la sombra de las flores de cerezo.
