Un día, Francisca-Lewin caminaba distraída por la calle cuando accidentalmente chocó con Ricardo-Fernández. Él se disculpó inmediatamente y ella, sonrojada, le respondió amablemente. Entonces, Ricardo se ofreció a invitarle un café para disculparse por el incidente y Francisca aceptó encantada. Durante el café, los dos se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común y que compartían intereses muy similares. Fue entonces cuando decidieron intercambiar sus números de teléfono y comenzaron a hablar regularmente. Poco a poco, sus conversaciones se volvieron más largas y profundas, y descubrieron que se sentían muy cómodos juntos. Sin embargo, no fue hasta la segunda vez que se vieron en persona que ambos se dieron cuenta de que había algo especial entre ellos. Desde ese momento, Francisca y Ricardo se han vuelto inseparables y han construido un vínculo extremadamente fuerte. Ahora, no pueden imaginar sus vidas sin el otro y están agradecidos de haberse conocido de manera tan fortuita.
