Lola caminaba por las calles de la ciudad, luciendo su vestido floreado y sus zapatos rojos. Roland también paseaba por el mismo camino, perdido en sus pensamientos. De repente, sus miradas se cruzaron y algo en el ambiente cambió. Lola no pudo evitar sonreír, mientras Roland se quedó paralizado por un instante. Sin embargo, se recompuso rápidamente y se acercó a hablarle. Algo en la mirada de Lola le indicaba que ella también lo había notado. Se presentaron y empezaron a conversar, dándose cuenta de que tenían varias cosas en común. Hablaban sobre música, cine y literatura, y el tiempo pareció detenerse. De repente, un cartel en el que anunciaban un concierto llamó la atención de Lola, quien se mostró emocionada ante la idea. Roland no lo pensó dos veces y le propuso asistir juntos, lo cual ella aceptó. Desde ese día, Lola y Roland no se separaron más. Compartieron muchas experiencias y aventuras juntos, y poco a poco fueron descubriendo que estaban destinados a estar juntos. La casualidad y el azar quisieron que se cruzaran en el camino, pero el amor verdadero los unió para siempre.
