La relación entre Brooke West y Roman Polanski fue breve y tumultuosa. Brooke West, también conocida como Samantha Geimer, fue víctima de abuso sexual por parte de Polanski cuando tenía 13 años. En 1977, Polanski invitó a West, entonces modelo y actriz adolescente, a una sesión de fotos en casa del actor Jack Nicholson. Durante la sesión, Polanski le dio una combinación de champán y Quaaludes y la violó. Polanski fue arrestado, se declaró culpable de delitos sexuales y se sometió a una evaluación psiquiátrica. Antes de que pudiera ser sentenciado, huyó de los Estados Unidos y se trasladó a Francia, donde actualmente reside. West ha hablado públicamente sobre el abuso y ha perdonado a Polanski, pero sigue exigiendo que se haga justicia y que el director regrese a los Estados Unidos para enfrentar las consecuencias de sus acciones. Polanski, por su parte, ha rechazado cualquier admisión de culpa y ha luchado contra los esfuerzos para su extradición. La relación entre Brooke West y Roman Polanski está marcada por el trauma y la violencia, y ha sido un tema recurrente en los debates sobre la justicia y la responsabilidad en casos de abuso sexual.
