Suzanne se encontraba paseando por la playa de Malibú, disfrutando del cálido sol californiano, cuando una pelota de voleibol cayó al lado suyo. Al agacharse para recogerla, se encontró con Sam, un joven y apuesto surfista que se acercó para recoger la pelota también. La química entre ambos fue inmediata y decidieron pasar la tarde juntos surgiendo así una amistad que poco a poco se fue convirtiendo en algo más. Desde ese día, Suzanne y Sam no se separaron más y se convirtieron en la pareja perfecta, disfrutando juntos no solo de las olas del mar, sino también de sus pasiones, sueños y metas en la vida.