Un día muy soleado en la ciudad, Vanesa estaba caminando por el parque mientras escuchaba su música favorita en sus audífonos. Repentinamente, notó que se le había acabado la batería de su teléfono y con ello su música se detuvo. Mientras intentaba buscar un lugar donde pudiera cargar su dispositivo, se topó con Santiago, quien estaba sentado en una banca mirando hacia el lago. Vanesa, tímidamente, se acercó a Santiago para pedirle ayuda para cargar su teléfono. Santiago, con una gran sonrisa y amabilidad, la invitó a sentarse junto a él y le ofreció su cargador portátil. Mientras esperaban a que el teléfono de Vanesa cargara, comenzaron una pequeña charla en la que descubrieron que tenían muchas cosas en común, entre ellas, su amor por la música y la naturaleza. Después de un buen rato, el teléfono de Vanesa finalmente estaba listo y era hora de despedirse. Pero antes de hacerlo, intercambiaron números telefónicos y se prometieron mantenerse en contacto. Desde entonces, Vanesa y Santiago han cultivado una hermosa amistad que se ha convertido en una de las más sólidas que han tenido.
