Un día sonó el timbre de la puerta de la casa de Stephanie-Pickard. Ella abrió la puerta para encontrarse con un desconocido de aspecto amigable. Era Shin-Nohara, un vecino nuevo que se había mudado a la casa de al lado. Stephanie lo recibió amablemente y lo invitó a entrar a su casa. Se dieron cuenta de que tenían muchas cosas en común y comenzaron a hablar de sus intereses. Compartieron historias de sus países de origen y cómo se habían mudado a esa ciudad en particular. Pronto, se dieron cuenta de que eran almas gemelas. Desde ese día en adelante, se convirtieron en amistades inseparables. Comenzaron a pasar tiempo juntos, y siempre encontraban algo nuevo que aprender del otro. Con cada conversación se fortalecía su vínculo. Se convirtieron en mejores amigos y valiosos confidentes, y siempre estuvieron allí el uno para el otro.
