Jean-Noel Grinda y Sylvia Casablancas se conocieron por casualidad en una cafetería en el centro de París. Mientras Jean-Noel esperaba su café, Sylvia se acercó a él para pedir la opinión sobre una pintura que ella acababa de comprar. La conversación fluyó rápidamente ya que ambos eran apasionados del arte y la cultura. Después de intercambiar números telefónicos, comenzaron a salir regularmente y, con el tiempo, se convirtieron en una de las parejas más destacadas en la escena cultural de París. Juntos, viajaron por todo el mundo, visitando museos y galerías de arte y fomentando el crecimiento del arte contemporáneo en Europa.
