Tamas y Zita se conocieron en una tarde soleada en el parque. Ambos disfrutaban de un paseo por el jardín cuando, de repente, se cruzaron en el camino. Ambos se paralizaron, parecía que algo se había detenido en ese momento. Tamas, con su habilidad para romper el hielo, preguntó a Zita si podía acompañarla en su paseo, y ella aceptó encantada. Después de un rato caminando juntos, Tamas le preguntó a Zita por su pasatiempo favorito, y ella confesó que le encantaba la música. Tamas, quien también era un apasionado de la música, le preguntó si le gustaría escuchar juntos algunas canciones, y Zita dijo que sí. Pasaron muchas horas juntos, charlando, cantando y riendo sin parar. Esa tarde en el parque fue el comienzo de una gran amistad que duraría para siempre.
