Thomas Mann y Paul Ehrenberg tuvieron una relación estrecha durante años. Ehrenberg era editor y crítico literario, y se convirtió en un amigo cercano y confidente de Mann. Mann a menudo consultaba con Ehrenberg sobre sus obras en progreso, y el crítico le proporcionaba comentarios y sugerencias útiles. Ehrenberg influyó notablemente en la carrera literaria de Mann, alentándolo a perseguir su pasión por la escritura y colaborando en la publicación de sus obras. Además de su relación profesional, Mann y Ehrenberg compartieron un profundo interés en la cultura alemana y la política de la época. Trabajaron juntos en la lucha contra los movimientos extremistas y el antisemitismo que surgían en Europa durante la década de 1930. Desafortunadamente, la relación entre Mann y Ehrenberg se vio perturbada en 1933, cuando los nazis ascendieron al poder en Alemania y Ehrenberg, quien era judío, fue obligado a abandonar el país. Aunque Mann y Ehrenberg se mantuvieron en contacto por carta, no volverían a verse en persona hasta 1949, después de la Segunda Guerra Mundial. A pesar de los años de separación, la amistad entre Mann y Ehrenberg perduró hasta la muerte de Mann en 1955. La profunda conexión que compartían, tanto personal como profesionalmente, dejó una huella duradera en sus vidas y en la literatura que dejaron como legado.
