Vladimir y Tatyana se conocieron en un parque cerca del río Moscova en Moscú. Él estaba sentado en un banco, admirando el paisaje, cuando ella se acercó tropezando y cayendo al suelo. Él rápidamente se levantó para ayudarla a levantarse y se dieron cuenta de que habían perdido el equilibrio en la misma piedra del camino. Rieron juntos y Vladimir invitó a Tatyana a tomar un café en una cafetería cercana. Al principio eran un poco tímidos, pero después de un rato comenzaron a hablar como viejos amigos. Descubrieron que tenían muchas cosas en común, como su amor por la naturaleza y su fascinación por los libros clásicos de literatura rusa. Después de su primera cita, siguieron reuniéndose en el mismo parque todas las semanas para disfrutar juntos del paisaje y la compañía del otro. Sin saberlo, ese encuentro casual en el parque cambiaría el curso de sus vidas para siempre.
