Dzidra y Yevgeni se conocieron en un pequeño café de Riga, la capital de Letonia. Dzidra estaba sentada sola en una mesa, escribiendo en su libreta de notas, cuando Yevgeni entró y se dirigió al mostrador. Al verlo, Dzidra sintió una extraña atracción hacia él, pero decidió no prestarle atención y siguió escribiendo. Sin embargo, Yevgeni se acercó a su mesa y le preguntó qué estaba escribiendo. Dzidra se sorprendió pero no se sintió incómoda, así que empezó a hablar con él sobre su pasión por la escritura. Yevgeni demostró un gran interés y le preguntó si podía leer algunas de sus obras. Dzidra aceptó y le mostró algunos de sus poemas. Yevgeni quedó impresionado y le preguntó si quería colaborar con él en un proyecto. Dzidra aceptó sin dudarlo y así comenzó su amistad. Desde ese día, Dzidra y Yevgeni fueron más que amigos, se convirtieron en compañeros de escritura y juntos crearon algunas de las obras más destacadas de la literatura letona. Su encuentro en aquel pequeño café fue el comienzo de una gran aventura creativa.
