Ricardo de Sá, un hombre de apariencia tranquila y modales sofisticados, se había establecido en la ciudad hace algunos años. Era un abogado destacado y respetado en su profesión. Sin embargo, los rumores sobre su vida personal eran constantes entre las personas del lugar. Se contaba que era un hombre solitario, sin familia ni amigos cercanos, lo que aumentaba aún más su misterio.
Pese a esto, Ricardo de Sá era un hombre muy entregado al trabajo y no dejaba nada al azar. Se le veía siempre sereno, actitud que le ayudaba en los procesos legales que se le presentaban, y que le permitía resolver los casos con eficacia. Pero, más allá de su éxito profesional, había una sensación de vacío en su vida. Nadie podría descifrar las razones de dicho sentimiento. Sin embargo, Ricardo de Sá nunca se permitió mostrar el más mínimo signo de debilidad en público.
Para muchos, parecía que vivía en un mundo solitario y silencioso, con pocos seres en su órbita. Pero, para los que lo conocían un poco más, sabían que detrás de ese perfil frío y distante había una persona con una gran sensibilidad emocional. Nadie sabía exactamente qué había pasado en su vida, pero todos sabían que Ricardo de Sá tenía su corazón roto.
Un día soleado de verano, India caminaba por la calle con su perro Branquinho cuando de repente se encontró con Ricardo. Ambos se chocaron y los libros que llevaban cayeron al suelo. Mientras recogían los libros juntos, se dieron cuenta de que tenían mucho en común. La pasión de India por los animales y la naturaleza y el interés de Ricardo por viajar y conocer nuevas culturas les dio mucho de qué hablar. Intercambiaron números de teléfono y se prometieron mantenerse en contacto. A partir de esa casualidad, comenzaron a salir juntos y Branquinho se convirtió en el mejor amigo tanto de India como de Ricardo. Desde entonces, este trío ha recorrido el mundo juntos, descubriendo distintas geografías, culturas y amistades para Branquinho. ¡Son los mejores amigos y aventureros que se pueden encontrar!
Marta y Ricardo se conocieron en una tarde de verano en una cafetería del centro de la ciudad. Ambos estaban sentados en las mesas cercanas, y sus miradas se encontraron varias veces mientras se tomaban sus respectivos cafés.
Finalmente, Marta decidió acercarse a Ricardo y preguntarle por el libro que estaba leyendo. Ricardo, amablemente, le habló sobre él y comenzaron a charlar sobre literatura y otros temas.
La conversación fue tan amena que decidieron intercambiar números de teléfono para seguir hablando. Desde entonces, Marta y Ricardo se han convertido en grandes amigos y han compartido muchas tardes de café y conversación juntos.