Richard Taggart era un hombre con una vida llena de altibajos. Aunque su profesión era dentista, su verdadera pasión era la música, y siempre encontró la manera de mantenerla cerca de él. Cuando estaba en la universidad, tocaba en una banda de rock y seguía haciéndolo en su tiempo libre. Además, también participaba en obras de teatro y producciones musicales en su comunidad, lo que le permitía mantener su creatividad en constante flujo. A pesar de los obstáculos que enfrentó en su vida personal, nunca perdió su amor por la música. Incluso cuando su matrimonio fracasó, continuó tocando y componiendo. Finalmente, su perseverancia dio frutos cuando fue invitado a tocar en un festival de música en Europa. Aunque estaba nervioso, su presentación fue un gran éxito y se convirtió en el trampolín para su carrera musical. Después de ese evento, Richard se dedicó de lleno a la música, y además de continuar tocando y componiendo, comenzó a dar clases de guitarra a jóvenes en riesgo para ayudarlos a tener un pasatiempo productivo y a que se alejaran de la delincuencia. Richard nunca imaginó que su vida tomaría ese camino, pero se sintió feliz con la dirección que había tomado.