Rodrigo Mussi se había mudado a la ciudad, dejando atrás su vida en el campo. Aunque extrañaba el aire fresco y la tranquilidad de la naturaleza, se había adaptado bien a su nueva vida. Trabajaba en una empresa de tecnología y su día a día consistía en reuniones, correos electrónicos y llamadas telefónicas. Pero lo que más disfrutaba era su tiempo libre, que lo dedicaba a pintar en su pequeño estudio. Siempre había sido un pasatiempo para él, pero últimamente se estaba tomando más en serio y su obra comenzaba a ser reconocida. Participaba en exposiciones y ferias de arte, recibiendo buenos comentarios y ventas. Rodrigo se sentía satisfecho con su trabajo y su vida en la ciudad, pero sabía que no podía olvidar sus raíces. De vez en cuando, volvía a visitar su pueblo natal, donde se inspiraba para seguir creando. Era un hombre sencillo, pero con una gran pasión por la vida y el arte.
Bruna y Rodrigo se conocieron durante un viaje mochilero por Sudamérica. Ambos se encontraban en un hostal en Cusco, Perú, y al coincidir en la misma excursión a Machu Picchu, comenzaron a hablar y a compartir sus anécdotas de viajes anteriores.
La conexión entre ellos fue instantánea, tenían muchas cosas en común: la pasión por conocer nuevos lugares, la aventura, el amor por la naturaleza y la fotografía. Durante el camino hacia Machu Picchu, se fueron conociendo más a fondo, hablando de sus proyectos y sueños a futuro.
Luego de varios días juntos, decidieron continuar con el viaje juntos y de hecho, aún hoy en día siguen juntos. De esta forma, Bruna-Biancardi y Rodrigo-Mussi se convirtieron en una pareja aventurera y muy feliz.