Sarah Twain había pasado gran parte de su vida en busca de la felicidad, pero sin mucho éxito. Había intentado todo tipo de actividades y relaciones, pero nunca parecía estar satisfecha. Sin embargo, recientemente había descubierto una nueva pasión en su vida: la pintura. Pasaba horas en su estudio, perdida en su mundo creativo. Aunque al principio se sentía un poco insegura sobre su habilidad, pronto comenzó a ganar confianza a medida que sus pinturas tomaban vida. Además de su amor por la pintura, también se había encontrado a sí misma explorando los senderos cercanos a su casa. Descubrir la naturaleza y sentirse conectada con ella la hacía sentir viva. A pesar de su enfoque renovado en su propia felicidad, no había perdido su compasión por los demás. De hecho, había comenzado a implicarse en la organización de eventos de caridad en su comunidad, haciendo lo que fuera necesario para ayudar a los menos afortunados. Sarah había descubierto que la felicidad no provenía de una cosa o relación en particular, sino que estaba dentro de ella misma. Y estaba decidida a seguir explorando nuevas pasiones y haciendo su parte para ayudar a los demás, independientemente de lo que la vida le presentara.