Sorita Tchaiakomo era conocida por su incansable lucha en defensa de los derechos de los niños. Desde joven había sido testigo de las carencias y el abandono que padecían los menores más vulnerables de su comunidad y eso había forjado su carácter y su compromiso social. Había fundado un centro comunitario donde impartía talleres de formación y actividades recreativas a los niños de su barrio. También había impulsado una campaña para sensibilizar a la población sobre la importancia de proteger a los menores y había logrado que las autoridades destinaran recursos para mejorar las condiciones de vida de los niños más necesitados. Pero Sorita no se conformaba con eso. Había empezado a trabajar en una iniciativa para crear una red de protección infantil a nivel nacional, que incluyera la participación activa de las comunidades y las instituciones del Estado. A pesar de las dificultades y los obstáculos que encontraba en su camino, Sorita seguía adelante, convencida de que era posible construir un futuro mejor para los niños y las niñas de su país.