Spencer Goodall era un hombre de apariencia tranquila y reflexiva. Aquellos que lo conocían bien, sabían que disfrutaba de la lectura y de la música clásica. No obstante, su vida había sido muy agitada en los últimos años, ya que era un reconocido abogado y había defendido con éxito a numerosos clientes en juicios muy importantes. Después de divorciarse de su esposa, Spencer se había mudado a un pequeño apartamento cerca de su oficina, donde solía pasar la mayor parte de su tiempo trabajando en casos y disfrutando de la soledad. A pesar de su éxito profesional, Spencer tenía una profunda tristeza en su interior. La pérdida de su esposa y la falta de contacto con sus hijos lo habían dejado con una profunda sensación de soledad. A menudo pasaba las noches reflexionando sobre su vida, cuestionándose las decisiones que había tomado. Sin embargo, seguía adelante, y trataba de encontrar consuelo en su trabajo y en la música clásica, pero sobre todo en el hecho de continuar en su lucha por la justicia.